Lula y Petro: «Dime con quién andas y te diré quien eres»

Sergio Rodríguez Gelfenstein

No escribo con alegría este artículo, más bien lo hago con dolor, pero cuando no se
guardan las formas, se deben decir las cosas por su nombre. Los presidentes Lula y
Petro decidieron hacerse parte de la agrupación de corifeos que dirigidos por Estados
Unidos y la Unión Europea atacan a Venezuela en nombre de ciertos valores liberales
que los obligan a rendir cuenta ante el hegemón imperial.
Lula ha sido, sin duda alguna, un gran luchador social que enfrentó a la dictadura
que asoló a su país por más de 20 años, pero no es un revolucionario ni ha
confrontado el sistema de dominación de su país; al contrario, es parte de él. Su
objetivo es producir reformas que mejoren las condiciones de vida de los brasileños
sin tocar los intereses de las grandes empresas extranjeros que permanecen en el
país. Como se decía a finales del siglo pasado es un social demócrata tradicional al
estilo Willy Brandt o Françoise Mitterrand, a quienes adora y admira.
En esa medida, no ha abandonado la idea de fortalecer el subimperialismo
brasileño que heredó de sus antecesores intentando construir una integración
subordinada. Por eso su esfuerzo de aliar Mercosur e incluso América Latina a
Europa. Su operador político en estas lides fue, y es, Celso Amorim, un diplomático de
carrera, típico producto de Itamaraty, devenido militante del PT por las circunstancias
y los intereses mutuos. Es Amorim quien ha «bombardeado» a Lula -tras recibir
instrucciones del Eliseo- acerca de las «carencias democráticas» de Venezuela
basadas en la imposibilidad legal y constitucional de la señora Machado de ser
candidata en las elecciones.
Hay que decir que es natural que Lula y Amorim actúen así, responde al ADN de la
élite brasileña que nunca ha luchado contra nadie. Todo lo han obtenido negociando y
cediendo en el marco de una institucionalidad sistémica frente a la cual jamás se han
rebelado. Por supuesto que en la historia de Brasil ha habido grandes líderes
revolucionarios como Tiradentes, Carlos Marighella y Luis Carlos Prestes entre otros.
Lula no es uno de ellos.
La ambigüedad de su discurso (y el de Dilma Rousseff, todavía más acentuado), lo
aislaron del pueblo. Ambos abandonaron a los humildes que los llevaron al poder. En
este momento recuerdo cuando en 2006 las organizaciones populares y sociales de
Brasil le solicitaron al Comandante Chávez que intercediera con Lula a fin de que los
escuchara. Con aprobación de éste, Chávez arriesgó su capital político y,
aprovechando un viaje a Curitiba, se reunió en un teatro lleno con líderes y dirigentes
sociales que acudieron de todo el país a plantearle cara a cara tal demanda. Incluso
poniendo en riesgo su integridad física porque un pequeño grupito de exaltados
quisieron acercarse violentamente a él, los escuchó pacientemente, tomó nota y lesdijo que entendía sus razones, que iba a hacer lo que le pedían pero que en su , en el
momento presente de Brasil, él pensaba que se debía apoyar a Lula. No creo que en
toda su vida, Chávez haya recibido una rechifla tan grande como la que escuchó con
paciencia ese día hasta que una vez calmados los ánimos, le habló largamente a los
asistentes de la superior causa de América Latina y el Caribe, cerrando el evento con
continuados y efusivos aplausos y vivas.
Años después, cuando le dieron el golpe de Estado, Dilma llamó al pueblo a salir a
las calles. Nadie lo hizo. Era normal, no les tomaba el teléfono a los dirigentes
sociales, no los recibía, ni los atendía. Su alianza era con los empresarios, uno de
ellos, que era su vicepresidente, fue el líder del golpe que la derrocó. El abandono del
pueblo se paga caro. Nos daban lecciones, recuerdo la petulancia y soberbia de
algunos dirigentes del PT que nos decían lo que debíamos hacer, pero aquí, Chávez
resistió el golpe de Estado, porque el pueblo movilizado, lo repuso en el poder.
Ni siquiera se movilizaron a favor de Lula cuando estaba preso. Los grandes
eventos que pedían su libertad reunían a 40 mil personas en un país de 215 millones
de habitantes. Y es normal que haya sido así. En el momento en que lo estaban
llevando a la cárcel, Lula en la versión más acabada de un hombre de las
instituciones, dijo: «Confío en el sistema jurídico de Brasil». No hizo un llamado al
pueblo, no, confió en las instituciones.
Tal vez esas sean características positivas: la conciliación, el carácter pusilánime y
la debilidad de espíritu, finalmente a ellos, la monarquía les regaló la independencia y
la República y es posible que esa historia haya configurado su espíritu conciliador.
Pero a Venezuela nadie le regaló nada, nosotros tuvimos que luchar por ellas y a un
costo muy alto. Por eso, nosotros en lo nuestro y ellos en lo suyo, pero no es Lula
quien nos puede dar lecciones de democracia.
Tampoco de sentimiento y espíritu latinoamericanista puede Lula dar enseñanzas.
Dije antes que él piensa en la necesidad de una integración subordinada. No son
palabras huecas: ¿Quién impidió que se estableciera una arquitectura financiera en
América del Sur? ¿Quién le puso todo tipo de trabas al SUCRE hasta impedir que
funcionara? ¿Quién prestó poca atención a la creación de la CELAC hasta que
entendieron que la necesitaban como plataforma para lanzarse a la conquista de un
puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU? ¿Quién apoyó UNASUR
solo cuando Itamaraty estuvo segura que la podía controlar? ¿Quién huyó de Mar del
Plata cuando Chávez, Kirchner, Tabaré Vázquez y hasta el conservador Nicanor
Duarte le plantaban cara al jefe del imperio? ¿Quién atrasó todo lo que pudo la
construcción de la refinería Abreu e Lima que Chávez impulsó para el bienestar del
nordeste olvidado y marginado de Brasil? ¿Quién, ante el golpe de Estado contra el
presidente Castillo en Perú, dijo que había sido una transición en términos
institucionales?
Yo respeto lo que puede haber hecho Lula en favor de su pueblo. No sé si es todo
lo que pudo, pero no puede, ni debe, estar dando lecciones de democracia a nadie,
por lo menos en Venezuela no lo permitimos. Si la señora Machado le concedió ese
derecho, se debe entender con ella y asumir la responsabilidad de aliarse con
aquellos que hacen apología del terrorismo y favorecen una intervención militar
extranjera en el país. ¿Por qué si Bolsonaro lo hace, está mal, pero si lo hace
Machado, es correcto? ¿Por qué uno actuó al margen de la ley y otra lo hizo en favor
de la democracia? ¿Por qué Bolsonaro es golpista y Machado no? Aclárelo, señor
presidente Lula porque si no el presidente Maduro podría tener derecho a pedir que
cese la persecución contra el ex presidente Bolsonaro. ¿Qué le parece? Claro, el

presidente Maduro jamás hará eso, primero porque no se inmiscuye en los asuntos
internos de Brasil y segundo porque jamás apoyará a un terrorista violento y golpista
como está haciéndolo Usted en Venezuela.
Estimado compañero Lula, quisiera recordarle que el primer presidente en
manifestar la solidaridad con Usted tras su injusta prisión fue Nicolás Maduro y el
primer presidente en expresar su rechazo y repudio al golpe de Estado contra Dilma
Rousseff fue Nicolás Maduro. No hubo cálculo político al decidir esas acciones. Hoy
recogemos el ánimo y la solidaridad del pueblo brasileño que rechaza sus
manifestaciones de apoyo al terrorismo en Venezuela. También es bueno recordar
que el 25 de julio de 2019, la señora Machado twiteó contra usted y el peligro que
significaba que el Foro de Sao Paulo reclamara su libertad.
Como dicen los jóvenes ahora, «usted está en otra» presidente Lula. Mientras los
pueblos africanos se rebelan y rompen con Francia, usted le declara su amor a Micrón
en el mismo lugar en que las empresas francesas devastan la Amazonía sin
contratiempos. Más coherencia presidente, porque eso si es grave.
Otro caso, mucho más doloroso, es el de Colombia y su presidente. También se
unió a los que se creen dueños de la verdad y pueden dar lecciones de democracia al
mundo. Legamos de nuestro Libertador Simón Bolívar el amor por Colombia. Cuando
en Bogotá hacían leyes para luchar contra el colonialismo, Bolívar construyó un
Ejército para ir a liberar la Nueva Granada. La sangre de miles de venezolanos se
derramó para lograr la independencia de Colombia. Cuando se preparaba la
expedición, Antonio Nariño, el tribuno más renombrado del país y uno de los
precursores de la independencia hispanoamericana, se encontraba preso en España.
El Libertador tuvo que recurrir al oficial neogranadino de más alto grado para enviarlo
a Casanare a organizar un ejército que recibiera al ejército venezolano y lo apoyara
en la campaña que se preparaba.
Debió recurrir a un oscuro coronel sin mayor experiencia, a quien, para darle mayor
poder de decisión, ascendió a general: Francisco de Paula Santander quien con los
años se transformaría en el adalid de la independencia de Colombia, no sin antes
traicionar a Bolívar, mandar a asesinar a Sucre e incluso intentar el mismo expediente
con el Libertador. Sabemos desde hace 200 años de las traiciones gestadas en
Bogotá. No nos sorprenden.
Vinieron 200 años de contubernio liberal-conservador que sumieron al país en
guerra, destrucción y muerte, hasta que llegó a la presidencia Gustavo Petro. Por fin,
un líder diferente…y vaya que lo es. Su esfuerzo por la pacificación definitiva del país
merece los mayores elogios. Desde antes, el comandante Chávez y ahora, el
presidente Nicolás Maduro han dado todo su apoyo a tal empresa, incluso cuando en
el país hermano había sátrapas gobernándolo. Me consta, porque fui testigo directo
del esfuerzo, a veces hasta incomprensible del Comandante Chávez por apoyar la
lucha por la paz en Colombia.
El problema de Petro no es ese, es su ego, su afán de creer que tiene la verdad
absoluta y que puede dar lecciones a todos. Y ahora que tiene a un hombre de la
derecha, empleado de la embajada de Estados Unidos, como ministro de Relaciones
Exteriores, pareciera que lo pusieron a seguir la pauta elaborada en Washington. Esto
no hubiera ocurrido si el canciller Álvaro Leyva hubiera estado en funciones, porque
siendo un hombre de derecha, ha dado pruebas sustanciales en defensa de los más
altos intereses de la humanidad.
El colmo del ego de Petro ocurrió en fecha reciente cuando se permitió criticar y
refutar la decisión rusa y china de vetar una propuesta para un alto al fuego transitorio en Palestina, elaborada por Estados Unidos para favorecer a Israel. Las organizaciones palestinas unánimemente agradecieron a Rusia y a China por la
decisión, pero Petro siendo «más palestino que los palestinos» la criticó. Esta decisión
permitió la posterior, aprobada tres días después en la que Estados Unidos se vio
obligado a abstenerse de hacer uso de su derecho a veto. Entonces Petro, intentando
huir hacia adelante dijo que si no se cumplía la resolución, había que romper
relaciones con Israel. Hágalo presidente Petro. ¡Hágalo! Pero antes debe librar una
lucha interna contra su ego, que lo oprime y no lo deja pensar con la lucidez, el
conocimiento y la coherencia que lo han engalanado en otros asuntos. «La mejor
manera de decir, es hacer» enseñó José Martí, «Mejor que decir es hacer, mejor que
prometer es realizar» afirmó por su parte Juan Domingo Perón.
Venezuela no tuvo que esperar 32.000 palestinos asesinados, entre ellos 12.000
niños para romper relaciones con el ente genocida. La decisión fue tomada por el
presidente Chávez en 2009 cuando la barbarie sionista ni se acercaba a los niveles de
repugnancia que hoy se han hecho públicos. No pretenda dar lecciones a los demás
de algo que Usted no hace.
Y con respecto a Venezuela, no haga lo que no quisiera que le hicieran a usted.
Porque si así fuera, el presidente Maduro podría hacer un llamado a que se acepte
que el comandante Antonio García o el comandante Iván Márquez se les permita ser
candidatos a presidente. Cuando en 2002, Colombia decidió elegir a un conocido
narcotraficante y connotado paramilitar como presidente del país, Venezuela no dijo
nada. Al contrario, recuerdo al Comandante Chávez en una conversación sobre el
tema en la loza del aeropuerto de Maracaibo, el 8 de mayo de 2006 cuando se dirigía
a la Guajira a poner el primer tramo del gasoducto binacional: «El pueblo colombiano
lo eligió y nosotros tenemos que respetar la decisión del pueblo colombiano y trabajar
con Uribe en beneficio de nuestros dos pueblos hermanos». Y así fue. Ni siquiera en
las condiciones en que Uribe daba una mano mientras al mismo tiempo con la otra,
cual Santander moderno, empuñaba el arma fratricida, Chávez modificó su prédica.
Recientemente el gobierno de Venezuela ha hecho todo lo que está a su alcance
para favorecer una buena relación. A usted le consta porque ha sido fervoroso
promotor de lo mismo. No nos merecemos que Usted nos juzgue, defendiendo a una
terrorista que al violar las leyes de la República, se auto excluyó de ser candidata.
Por cierto, cuando usted ganó los comicios presidenciales de 2022, esa misma
señora Machado, tan solo un día después de su elección, es decir el 20 de junio
escribió un tweet: «El proyecto de Petro es muy peligroso, pero es derrotable.
Luchemos unidos colombianos y venezolanos por nuestra libertad». Paradójicamente,
señor presidente Petro, Usted acogió el llamado de la terrorista y ahora, junto a ella,
quiere luchar en Venezuela por la democracia teledirigida desde Washington.
Esto de estar un rato con Venezuela y otro contra Venezuela a partir de un cálculo
político interesado y mezquino no es de nosotros. Bolívar nos enseñó que se es
solidario o no se es y sacó al ejército venezolano del territorio nacional cuando
nuestra independencia se había consumado en Carabobo porque creía que la libertad
no era total mientras permaneciera un pueblo americano sojuzgado. Al finalizar la
guerra, nuestros soldados regresaron al país, no colonizaron, no ocuparon, no
impusieron nada.
Chávez, por su parte, tampoco estaba haciendo cálculo político cuando decidió
utilizar los enormes recursos energéticos del país para avanzar hacia la integración,
mejorando las condiciones de vida de los pueblos, y lo hacía sin preguntar de qué
signo político era el presidente. Tampoco opinaba sobre quién debía y quién no debía

ser el máximo mandatario/a de un país. No hicimos cálculo político cuando ayudamos
a Argentina en un momento aciago de ese país. El gobierno de Venezuela no hizo
cálculo político cuando el presidente Maduro ordenó enviar oxígeno a los hospitales
de Manaos en el peor momento de la pandemia, aunque era el instante en que
arreciaba la agresión de Bolsonaro contra Venezuela. Manifestamos solidaridad y
dimos solidaridad.
No hicimos cálculo político cuando creamos Petrocaribe, ni cuando multiplicamos
nuestras embajadas en África, tampoco cuando solidarizamos con Palestina o con la
República Árabe Saharaui Democrática. No le preguntamos a Estados Unidos y
Europa si están de acuerdo con nuestras decisiones antes de implementarlas.
En tiempos en que arrecia la agresión imperialista y neoliberal, los que pensamos
parecido, no necesariamente igual, debemos comprendernos y aceptarnos. Basta una
llamada de teléfono y una consulta. No importa que la escuchen en la Embajada de
Estados Unidos. Así sabrán que somos hermanos en las buenas y en las malas. Así
también se evitan las opiniones erradas emanadas de la mediática transnacional
desinformadora y de los agentes imperiales infiltrados en nuestros gobiernos.
Muy triste todo esto señores presidentes, pero mientras ustedes se alían con el
terrorismo de la derecha venezolana, nuestro país, nuestro sistema electoral y nuestro
proceso reciben el apoyo de Rusia, de China, de la mayor parte de la humanidad y
por cierto, muy importante decirlo, de los pueblos hermanos de Brasil y de Colombia.
Hay un viejo dicho que reza» Dime con quién andas y te diré quién eres». Mucho
cuidado estimados presidentes Lula y Petro.

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